Año 1997
País: Estados Unidos
Género: Drama –histórico
Director: Steve Spielberg
Duración: 157 minutos
Reseña:
Año 1839. Los esclavos que transporta el barco español
Amistad, encabezados por Cinque, se amotinan y exigen ser llevados de vuelta a
África. Pero la nave acaba recalando en aguas estadounidenses. Comienza un
juicio donde pesan los cargos de asesinato, además de la reclamación de la
propiedad de los esclavos por parte de un terrateniente, al que apoya la corona
española. Un grupo de abolicionistas se hace cargo de la compleja defensa,
viendo una ocasión de oro para avanzar en la supresión del comercio con seres
humanos. Si la veta de cine fantástico y de aventuras que hizo popular a Steven
Spielberg parece
algo agotada -Parque
Jurásico y El mundo perdido: Parque Jurásico 2 son un
alarde técnico y de dirección, pero se echa en falta la imaginación de su
autor- no sucede así con sus películas adultas. El director asume la
responsabilidad de provocar la reflexión del espectador -en primer lugar la de
sus hijos, ha asegurado-, lo que no está nada mal ante un panorama de películas
en cuya degustación parece condición indispensable no pensar en absoluto. No
deja de ser paradójico que él y George Lucas recuperaran
el cine de aventuras cuando nadie lo cultivaba, y que ahora que abundan los
films de simple entretenimiento sea Spielberg el que proponga temas que apelan
a la conciencia.
Como
todos los filmes de Spielberg, Amistad es
muy visual; magnífica es la fotografía de fuertes contrastes, en que los
personajes parecen bañados en luz. Y la historia, auténtica en sus líneas
maestras, interesa. Quizá sea algo larga, con alguna caída de ritmo, y algún
personaje poco desarrollado, como el de Morgan Freeman. Pero magníficas ideas
de guión mantienen la atención. Una es la dificultad del idioma. Los esclavos
no hablan inglés ni castellano, no pueden expresarse bien. Eso mantiene las
distancias, y logra que esa consideración de seres inferiores, sin derechos, se
acepte más fácilmente. De modo que cuando los defensores, siguiendo los
consejos del ex presidente John Quincy Adams –formidable Anthony
Hopkins-, tratan de ver no 'cosas' sino 'personas'
con su historia, y logran comunicarse, la perspectiva cambia de modo muy
efectivo. También el paralelismo entre la odisea de los esclavos y el relato
del Evangelio que cautiva a uno de ellos ayuda a dar un sentido a los
sinsabores que padecen.
¿Dónde está el límite?
Amistad ha reavivado el
debate sobre el cine histórico: las libertades que se toma, las injusticias que
puede cometer. Es un error polemizar sobre si España -y sobre todo Portugal-
quedan muy mal, e Inglaterra demasiado bien. Y que se apele a otros sucesos
históricos para orquestar una defensa. Ésta es una película sobre el horror de
la esclavitud -como La lista de Schindler lo era sobre el
del holocausto-, y los extremos de degradación a que puede llegar el ser
humano. A este respecto las escenas a bordo del Tecora son de una crudeza que
avergüenza, no a una persona de tal o cual nacionalidad, sino a todo hombre de
conciencia sensible. Y la idea de aprovechar la corta edad de Isabel II cuando
ocurren los hechos es un recurso cinematográfico que, todo lo discutible que se
quiera, posee fuerza dramática. ¿Quién dejará de sentirse tocado por el hecho
de que una niña, en un país lejano, maneje el caso de los esclavos como si de
un juego infantil se tratara?
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