Año: 1993
País: EEUU
Dirección: Steven Spielberg
Duración: 194 min.
Género: Drama Histórico
Reseña:
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Clavado en la
memoria tenemos el angustiado rostro de Liam Neeson, con ojos llorosos y gesto desesperado, mientras a su alrededor se
aglomera un grupo de hombres y mujeres dramáticamente enternecidos: “El coche.
¿Por qué me quedé el coche? Valía diez personas. Diez personas. Diez personas
más… Esta pluma. Dos personas. Es de oro… Dos personas más… Él me hubiera dado
dos personas por ella, al menos una. Una persona más. Una persona, Stern. Por
esto… ¡Pude haber salvado a una persona más y no lo hice! ¡Y… y no lo
hice…!”. Steven Spielberg nos ha estado preparando para ese final durante tres horas de
película. Un final melodramático que expresa algo terrible: hasta dónde ha
podido llegar la bajeza humana, capaz de vender la vida de un semejante por…
una pluma. La lista de Schindler es probablemente la mejor película sobre el
Holocausto jamás filmada y también la más triste. Cuando se estrenó en 1993
muchos pensaron que a partir de ese momento ya no habría más películas sobre el
mismo tema. Con La lista de Schindler ya todo estaba contado. Y,
pese a que nos equivocamos, ninguna hasta el momento ha podido superar la
entidad dramática y cinematográfica de la obra maestra de Spielberg.
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El director recibió
por la película una recompensa largamente acariciada. La Academia se volcó con
ella, otorgándole siete Oscar, entre ellos los correspondientes a la mejor
película, mejor guión y mejor dirección. Antes Spielberg había fracasado –en
cuanto a premios se refiere– con El color púrpura (11 nominaciones y ningún
premio), E.T., el extraterrestre, En busca del arca perdida y Encuentros en la tercera fase. Ahora se consagraba
definitivamente para un sector de la crítica, que siempre le había considerado
el niño mimado por el público, un experto en hacer dinero con historias
infantiles que ensalzaban los sueños y las aventuras por encima de las
historias reales y los conflictos dramáticos. El director de Cincinnati
necesitaba una película grande, monumental, un proyecto definitivo para
demostrar su impresionante talento. Y lo encontró gracias a un libro del
australiano Thomas Keneally donde se narraba la historia de Oskar Schindler, el
empresario alemán que salvó a cientos de judíos de una muerte segura durante la
II Guerra Mundial.
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Septiembre de 1939.
Los nazis invaden Polonia. Los judíos son internados en guetos, son asesinados
en las calles, son enviados a los campos de concentración. El alemán Oskar
Schindler ve en la situación un medio de prosperar económicamente y comienza
una interesada relación con los militares más poderosos para poner en marcha una
fábrica. La mano de obra no es problema, ya que procederá de los campos de
concentración… Schindler logra hacerse con los servicios de Itzhak Stern, un
judío que se hará realmente cargo del negocio, mientras que él se ocupará de la
labor de salón con la cúpula nazi, con el objetivo de elaborar una lista de
trabajadores judíos que estarán únicamente bajo su protección. Sin embargo, lo
que empieza como un medio lucrativo acaba convirtiéndose en la obsesión
–empeñando su dinero y su futuro– por arrancar a cuantas más personas mejor de
la garras psicópatas de Amon Goeth, oficial al mando de uno de los campos.
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La lista de
Schindler es la historia
de un héroe y un monumento a la dignidad humana, pero ambas cosas se hacen
patentes poco a poco, tras un denso y trágico velo. Spielberg muestra a un
Oskar Schindler nada ejemplar: vanidoso, mujeriego y hedonista. Un dandy
oportunista que tardar cierto tiempo en comprender la barbarie nazi y en
implicarse totalmente contra el holocausto. Además es el mismo horror el que produce
una toma de partido por todo aquello que tenga aliento de vida. El asco y la
repulsión de algunas imágenes no son aptas para paladares muy sensibles.
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La elección de
actores es realmente acertada. Tipos como Harrison Ford, Bruno Ganz oStellan Skarsgård fueron considerados para el papel de Schindler, pero fue Neeson
quien finalmente bordó el itinerario interior de su personaje. Ralph Fiennes, por su parte, es un Amon Goeth estremecedor y acaba siendo como una
reencarnación del Mal. Los distintos apartados técnicos funcionan a la
perfección, desde el guión de Steven Zaillian, que presta atención minuciosa a los numerosos personajes y a la
riqueza de sus diálogos, hasta la meticulosa labor de montaje, obra de Michael
Kahn. Pero, ante todo, Spielberg sabe cómo jugar con los sentimientos de modo
admirable y algunos pasajes quedan grabados para siempre en la memoria (los
niños buscando refugio, las mujeres en las duchas de Auschwitz, los juegos
asesinos de Goeth…). La formidable fotografía en blanco y negro de Janusz Kaminski aporta a la cinta una
sólida entidad histórica, próxima en ocasiones al género documental, como en
las escenas del gueto. Y la música del maestro John Williams suena como un desgarrador lamento imposible de olvidar.
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